El surf como una religión

Surf y espiritualidad: Las 5 virtudes de la religión surfera

Soy tan profana en el mundo de los deportes acuáticos como profana es Belén Esteban en el oficio de juntaletras, pero me atreveré a decir que sospecho que el surf no es un deporte como los demás. Cabalgar las olas –metáfora explotada hasta decir si me queréis, irsen pero que aún así mólame– parece diferente a practicar fórmula 1, por mucho que oigamos decir a Fernando Alonso lo mucho que aprendió de la vida a 400km/h.

El surf es un deporte que –a diferencia de otros, más competitivos– se acerca más al mundo de las religiones y del desarrollo personal de lo que a priori pudiera parecer cuando vemos a esos jóvenes con gafas de sol reflectantes y una tabla de surf bajo el brazo. El gran surfer Kelly Slater dijo ‘surfing is my religion’… ¿cosa comprensible o flipadura de un campeón del mundo?

Bron Taylor, un profesor universitario muy ‘pro’ que investiga sobre religión y ética medioambiental, afirma que el surf es una religión natural acuática. Es decir, el surf ya no sería un deporte con sus técnicas, sino una religión con sus ritos. Si la religión cristiana utiliza el rito caníbal del pan y el vino para conmemorar el cuerpo y la sangre de Cristo, la religión del surf utiliza el ritual de montar la ola para sentir el misticismo de la naturaleza en nuestras carnes prietas y, de paso, recordarnos de qué trata la vida.

Ay, de qué trata la vida. Por un momento me convierto en Moisés y rebusco algo parecido a unas tablas de la ley surfera o, con otras palabras:

Las 5 virtudes de la religión surfera. O: qué deberías aprender cuando te adentras en la religión del surf.

Fotomontaje de: https://www.lametonesdeamor.com/

Jesucristo, el Mesías surfero. Fotomontaje de: https://www.lametonesdeamor.com/

“Honrarás a tu maestro”

I. Ser discípulo. Aunque desde la LOGSE los aprendices y maestros han bajado varios escalafones de humanidad, lo cierto es que la figura del aprendiz y su maestro es tan antigua como Jordi Hurtado. La primera carta del Tarot, el Mago, nos sugiere la figura de un aprendiz que necesita un maestro. El aprendiz confía en su maestro y sigue sus instrucciones sin remilgos. La confianza que debe crearse entre un aprendiz de olas y su maestro es primordial para el desarrollo del joven padawan-rider: el maestro debe ser ejemplo de respeto al mar y a los demás compañeros que buscan el mismo tesoro acuático.

“Ni robarás ni codiciarás olas ajenas”

II. Generosidad. Eso del tesoro acuático me ha quedado muy bien para el siguiente punto: la generosidad. En el mar, evita convertirte en un Gollum codicioso que quiera quedarse con todas las olas. Antes bien, cederás las buenas olas venideras a los jóvenes pardillos que no, que no saben montar una ola en condiciones, pero tienes que dejarlos practicar para que aprendan.

“Amarás al prójimo como a ti mismo”

III. Respeto. En dos vertientes: el respeto al mar como fuerza divina y superior, pero también a los demás viandantes marinos. A veces es necesaria mucha benzodiacepina paz interior para no hacerle una higa al capullo del coche que se te cuela en la rotonda. Pues bueno, también pueden hacer falta buenas dosis de paz interior en el mar, cuando te juntas con los flipados de turno que te choran toda ola… Si bien el arte de algunos para birlar no tiene precio:

httpss://www.youtube.com/watch?v=anTWoU4eBv0

“Amarás al mar sobre todas las cosas” (y, por tanto, sabrás que siempre habrá una ola para ti)

IV. Perseverancia. Es una ola y otra ola y otra ola y otra ola… En algunas puedes darte algún hostión –que no tendrá nada de católico–, en otras habrás llegado a la ‘cresta de la ola’… Pero todas mueren y otras nacen. Si una te sale como un churro (nunca entenderé esta expresión, con lo difícil que es hacer un churro bueno), prueba a la siguiente. Todas las olas empiezan abajo y terminan abajo, como que eres polvo y en polvo te conviertes. Suena raro decir esto ahora, pero: todos terminamos en la caja de pino, amigo. Así que sé perseverante y disfruta de la vida, leñe, no te quedes mirando desde la orilla.

V. Paciencia (y fe). Muy unida a la perseverancia, la madre paciencia. Esperas tu ola pero te parece que no llega y, como tienes los dedos arrugaícos, crees estar pegando la vejetá bajo el agua, desperdiciando tu existencia. No temas. No pierdas la fe. Ya vendrán olas mejores. No corras para pillar el autobús… Siempre, siempre, llega otro.

1 comentario

Escribe un Comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *